UN DÍA EN LA VIDA DE UN/A EDUCADOR/A SOCIAL EN 2050

Holaa, 😊en la columna de ésta semana me toca realizar un breve relato en donde se vaya a narrar una experiencia que vive un/a educador/a social en el año 20250.

El relato va a consistir en una educadora social llamada Alma en los años 2050, que intenta conectar con un chico que se va a llamar Leo, un adolescente que ha sido desalojado y vive en un refugio. A través de tecnologías avanzadas, como hologramas e inmersión virtual, Alma quiere intentar ganarse la confianza del chico en un mundo donde los jóvenes han perdido la fe en los adultos. A pesar de la inteligencia artificial y los sistemas automatizados, su labor sigue dependiendo de la empatía y la conexión humana. Al final, Leo confiesa su miedo a volver a la calle, y Alma le ofrece su apoyo, demostrando que, aunque el mundo haya cambiado, la labor social sigue siendo esencial.

A continuación os voy a mostrar dicho relato con el título de "La última frontera": 

El holograma parpadeó frente a mí, proyectando la silueta de un adolescente de trece años. Ojos cansados. Su expediente aparecía flotando a un lado, actualizado en tiempo real por la inteligencia artificial del sistema de bienestar social.

—Hola, Leo —saludé con una sonrisa—. Soy Alma, tu educadora social.

No respondió. Solo me observó con desconfianza. La generación Alpha-2 ya no confiaba en los adultos; el sistema les había fallado demasiadas veces. Había crecido en una de las zonas autónomas, barrios marginales donde el gobierno apenas tenía influencia y los recursos eran escasos. Su familia había sido desalojada el mes pasado por no poder pagar el alquiler de su cápsula habitable.

Desactivé el holograma y me puse las gafas de asistencia social en modo inmersión total. En segundos, mi entorno cambió: ya no estaba en la oficina central de Madrid, sino en el refugio donde Leo se alojaba. Me arrodillé frente a él, aunque él sabía que yo no estaba físicamente allí.

—No voy a obligarte a hablar —dije—, pero quiero escucharte.

Silencio. Luego, una exhalación pesada.

—¿De qué serviría? ¿Vas a darme otra charla sobre resiliencia?

Mi IA de apoyo me sugirió cinco respuestas posibles. Ignoré todas.

—No. Solo quiero que me digas qué necesitas para sentirte mejor hoy.

El chico me miró por primera vez a los ojos. La tecnología había avanzado, pero la esencia de mi trabajo seguía siendo la misma: ver a las personas, no solo sus problemas.

—No quiero volver a la calle —susurró.

—Trabajemos en eso juntos.

Esa noche, mientras revisaba su caso, pensé en cómo el mundo había cambiado. Habíamos erradicado pandemias, conquistado Marte y creado ciudades flotantes. Pero aún quedaban fronteras que cruzar: la soledad, la desesperanza, la injusticia.

En 2050, una educadora social seguía siendo más necesaria que nunca.

Estos serían Alma y Leo en el año 2050 mostrando que aunque se esté en en un entorno futurista, la tecnología y la conexión humana como la empatía y el apoyo se combinan.🫂

Espero que os haya gustado.👋